sábado, 25 de febrero de 2012

Fijémonos los unos en los otros


JOSÉ ÁLVAREZ ESTEBAN

Este comentario sale con tintes morados, mira hacia adelante, hacia el preludio y anuncio de la fiesta de los disfraces. Predica el carnaval que lo primero es un buen atracón, la juerga por delante y como aperitivo, que el ayuno y la seriedad se llevan mejor con un estómago sobrado. No, no podemos olvidar que estamos a un paso de la Cuaresma. La anuncia a su manera todo ese peregrinar de niños y mayores que siguen haciendo cola en «La Peseta», justo enfrente de la iglesia de San Vicente. Vienen por un disfraz, que el Carnaval es la fiesta de las formas y los tiempos ya no son los mismos.

Nos avanza la Cuaresma Manos Unidas en su convocatoria del pasado 10 de febrero en la Plaza de Castilla y León. Una llamada a rebajar el menú de un día en solidaridad con los que malcomen a diario. La propuesta de Manos Unidas es la de un ayuno que aligera el estómago, pero llena las estancias del corazón. Cuaresma, más que un tiempo litúrgico, más que un morado ambiental, es un estilo de vida, una terapia espiritual que proclama que somos unidad de cuerpo y alma, de necesidades físicas y espirituales. Reducimos las primeras para tomar conciencia de las otras. No vivimos de solo pan. El cartel anunciador de Manos Unidas para el 2012 es un corazón y una como arteria que lo enlaza con el globo terráqueo. El amor es ese movimiento de sístole y diástole, que mantiene las constantes vitales del mundo. Sístole para contraerse, diástole para llevar algo de uno mismo a los demás.

Curioso que el mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma de 2012 llame a «fijarse los unos en los otros» y que traduzca ese «fijarse» en la responsabilidad para con el hermano. Fijarse, dice el Papa, es observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, saber leer la realidad. Es la aplicación práctica de ese componente cuaresmal que es la limosna y que el mismo Benedicto XVI resumió en su encíclica «Dios es amor» con aquello de que nadie da demasiado si no se da a sí mismo. Este mensaje de Benedicto XVI alimenta y, créanme, no rompe el ayuno cuaresmal. Puede leerse a modo de oración, a puerta cerrada, en lo escondido, en los aposentos del alma. Afrontamos la nueva Cuaresma llenos de días, de dolores, de remordimientos. Bajo el pórtico del Miércoles de Ceniza buscaremos un lugar. Nos acompañará la Iglesia. Para el creyente cristiano, en viniendo la Cuaresma, todos los caminos tienen señales y ya no podemos perdernos si no es dentro de nosotros mismos.

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