lunes, 29 de agosto de 2011

La lluvia y los (cuatro) vientos


JOSÉ ALBERTO SUTIL

Tras varios minutos de espera a causa de las inclemencias del tiempo, el papa Benedicto XVI, visiblemente emocionado y sin perder ni por un momento su humilde sonrisa, pudo por fin pronunciar su homilía en la Vigilia de oración con los jóvenes. Estas fueron sus últimas palabras: «Queridos amigos: Gracias por vuestra alegría y resistencia. Vuestra fuerza es mayor que la lluvia. Gracias. El Señor con la lluvia nos ha mandado muchas bendiciones. También con esto sois un ejemplo». Al día siguiente, antes al comenzar la celebración de la eucaristía, dijo también: «Queridos jóvenes: He pensado mucho en vosotros en estas horas que no nos hemos visto. Espero que hayáis podido dormir un poco, a pesar de las inclemencias del tiempo. Seguro que en esta madrugada habréis levantado los ojos al cielo más de una vez, y no solo los ojos, también el corazón, y esto os habrá permitido rezar. Dios saca bienes de todo. Con esta confianza, y sabiendo que el Señor nunca nos abandona, comenzamos nuestra celebración eucarística llenos de entusiasmo y firmes en la fe». ¿Por qué llovió en Cuatro Vientos? Para algunos deslució la Vigilia y toda la JMJ, pero personalmente creo que las palabras del Papa dan en el clavo. Llovió para mitigar el calor de los peregrinos, llovió para que recordáramos que la Palabra de Dios en la que tenemos que estar arraigados y edificados es como lluvia fina que empapa la tierra de nuestro corazón y la fecunda, llovió para que asumiéramos que hay que mantenerse firmes en la fe a pesar de las injerencias externas, llovió para que recordáramos que esta JMJ ha supuesto dos millones o más de gotas personales, vidas concretas, conversiones, confesiones, encuentros, decisiones... Y llovió en el aeródromo de Cuatro Vientos, ni antes y después, porque cuatro han sido los vientos que el Papa nos ha dejado en sus palabras, cuatro vientos que tienes que soplar con fuerza en la pastoral juvenil, en la Iglesia, en nosotros, en el mundo entero. Esos cuatro vientos no son otros que: 1) La certeza de que Dios nos ama; 2) El encuentro y la amistad con Jesucristo; 3) La centralidad de la Palabra de Dios, de la eucaristía y de la confesión; y 4) La necesidad del servicio humilde y desinteresado. Lluvia y viento confluyeron también en el anzuelo vocacional que Benedicto XVI, como buen sucesor de aquel pescador galileo llamado Pedro, lanzó en su reunión con los voluntarios: «Al amor de Cristo solo se puede responder con amor, y eso es lo que os pide el Papa en esta despedida: que respondáis con amor a quien por amor se ha entregado por vosotros». La lluvia, los cuatro vientos y lo que nos queda…

La Opinión-El Correo de Zamora, 28/08/11.

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