domingo, 15 de mayo de 2011

El dolor, el sufrimiento y la muerte


Mª BELÉN SÁNCHEZ DE ANTA

El dolor, el sufrimiento y la muerte forman parte de nuestra vida. Pero ¿pueden dar sentido a nuestra vida? ¿Sirven para algo? El hombre es un ser limitado y en nuestra actitud está el encontrar sentido a la vida en el sufrimiento, teniendo dos opciones en función de nuestra libertad y voluntad. Una es desesperarnos o negar la evidencia, y otra es adoptar una actitud mental positiva ante estas situaciones tan dramáticas como es la aceptación de las mismas con alegría y felicidad pensando que aunque formen parte de nuestra vida no hemos nacido para sufrir; el pensar que sí sería demencial. Hemos nacido para vivir con alegría y felicidad aunque la vida entrañe sufrimiento, produciéndonos ventajas, ya que en el dolor se puede encontrar uno consigo mismo, tener paz interior y dar sentido a la vida; valorar más lo bueno que tenemos.

El dolor une en intereses, sentimientos y afectos, y te hace más sensible, más generoso, más solidario, entregado; nos humaniza, nos enseña y nos enriquece y nos prepara para vivir con plenitud el día a día, no pensando en nosotros mismos sino pensando en los demás. En la sociedad moderna donde predominan criterios económicos de productividad y eficacia parece que un enfermo crónico no puede aportar nada a la sociedad sino más bien parece ser un estorbo a quien nos vemos obligados a soportar. Pero nada más lejos de la realidad, ya que nos puede aportar un valor incalculable. Nos aporta el valor de la amistad, la generosidad, el tiempo que dedicamos a esa persona, a la bondad; nos hace ser más realistas y prácticos; nos hace más humanos y generosos; nos hace ser más solidarios.

Ciertamente es humano rebelarse contra estas situaciones, pero debemos usar el corazón y la inteligencia para darnos cuenta de que si no aceptamos el dolor no seríamos felices. Los creyentes nos preguntamos: ¿por qué me ha tocado a mí? ¿Qué he hecho yo para que me pase esto? ¿Acaso merezco esto? Pero «Dios no vino a suprimir el sufrimiento, ni siquiera a explicarlo; vino a llenarlo con su presencia», según señaló Paul Claudel. Dios, que es todo bondad, ¿cómo permite estas situaciones? Él nos hace partícipes de su naturaleza divina a la cual podemos aspirar mediante el sufrimiento.

Por ello creo que la medicina paliativa, bien entendida, contribuye a mejorar la calidad de vida de las personas próximas a la muerte o que están sufriendo, y a humanizar el trayecto final de sus vidas, ya que se busca eliminar el dolor físico pero también el espiritual y el moral que tiene que ver con los sentimientos, pueden poner en orden sus últimas voluntades y prepararse para morir en paz.

La Opinión-El Correo de Zamora, 15/05/11.

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