domingo, 17 de abril de 2011

Misión cumplida


JESÚS GÓMEZ

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor – Ciclo A

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 26,14-27,66)

Semana Santa. Las procesiones nos recuerdan a cada paso la pasión de Jesucristo. A Jesús se le había confiado una misión y puso todo su empeño en realizarla. Ahora bien, Jesús era consciente de que se estaba jugando la vida. Sus enseñanzas y denuncias le habían ganado el rechazo radical de los fariseos. Lo acusaban de violar el sábado, delito castigado con la muerte; sus milagros los consideraban obra de magia y la magia se penaba con la muerte. Un texto rabínico posterior lo acusa de seductor y con el seductor -dice el Misericordiosísimo- cero compasión. Definitivamente Jesús contó con la posibilidad de una muerte violenta; posibilidad que se acentuaba de día en día. Lo confesó claramente. ¿Qué pasaría entonces con su misión?

Podemos hacer varias hipótesis. Primera: si una muerte violenta cortaba su vida, su obra quedaría inacabada y por lo tanto Jesús habría fracasado. Es lo más lógico. Ahora bien, él estaba íntimamente convencido de que el poder de Dios desborda y sobrepasa el poder humano. Si su misión era cosa de Dios -¡y lo era!- nada ni nadie podría hacerla fracasar. Pudiera suceder -segunda hipótesis- que su obra estuviese tan adelantada que faltaban unos días para inaugurarla. ¡Qué pena! Su muerte le impediría asistir a la inauguración!

Varias convergencias nos conducen a una tercera hipótesis. 1) Desde san Esteban protomártir hasta hoy todos los mártires consideran su muerte como un triunfo; jamás la hubieran considerado como un triunfo si Jesús hubiera considerado la suya como un fracaso. No en vano el IV evangelio entiende la cruz como su trono y glorificación. 2) A través de su propia vida Jesús intentaba manifestar el infinito amor de Dios Padre. Esta fue su misión. Gesto tan escandaloso como lavar los pies a sus discípulos y, sobre todo, considerar la oferta de su propia vida como el culmen del amor, nos confirman que Jesús no pudo considerar su muerte como un fracaso, sino como el culmen de su obra. 3) Acogía y comía con publicanos y pecadores; estaban enfermos y, porque los amaba, Dios deseaba su curación. Los buenos y honrados fariseos, en cambio, los rechazaban y hostilizaban a Jesús. Soportar esta hostilidad hasta la muerte violenta sería la forma definitiva de mostrar que el amor de Dios a los pecadores no tenía límites. 4) De la manera más novedosa e impensable se mostró este amor en el perdón que suplicaba Jesús para quienes lo están crucificando. Amar a los enemigos en tales condiciones es más de lo que se puede decir y pensar.

La convergencia de estos cuatro puntos nos conduce a una tercera hipótesis, que Jesús consideraba su muerte violenta como el culmen y coronamiento de su misión. En el IV evangelio no se anuncia su pasión, sino su glorificación: «Cuando yo sea exaltado sobre la tierra, lo atraeré todo hacia mí». Sus últimas palabras fueron un grito de victoria: «Misión cumplida». Y dicho esto, inclino la cabeza (murió) y entregó su Espíritu (a los creyentes).

La Opinión-El Correo de Zamora, 17/04/11.

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