domingo, 6 de febrero de 2011

¿Sal o luz? Sal y luz


AGUSTÍN MONTALVO FERNÁNDEZ

Domingo V del tiempo ordinario – Ciclo A

“Vosotros sois la sal de la tierra. Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5, 13-16)

Hay realidades contradictorias imposibles de compaginar, pero también existen realidades diferentes ante las que tanto en la sociedad como en la Iglesia con frecuencia nos situamos en actitud excluyente, y normalmente es mejor sumar que restar, integrar que excluir. El evangelio de hoy ofrece una muestra de ello. Después del retrato de seguidor suyo que en la proclamación de las bienaventuranzas nos hacía el domingo pasado, hoy el Maestro manifiesta la misión del mismo en el mundo y el modo de llevarla a cabo, con dos imágenes sencillas: la sal y la luz. La sal da sabor y conserva la vida de los alimentos, y lo hace discretamente, penetrando y difundiendo su sabor hasta el interior de los mismos; la luz, en cambio, realiza su función de iluminar necesitando estar en lugares estratégicos.

Los cristianos tenemos la misión de evangelizar, de anunciar con obras y palabras a Jesucristo que da sentido a la vida de los hombres, que es la luz del mundo, que es camino, verdad y vida. Y podemos hacerlo también calladamente, con el testimonio silencioso de la propia vida que actúa sin hacerse notar como la sal o la levadura, o igualmente podemos ser testigos visibles e interpeladores que proclaman abiertamente lo que creen y anima sus vidas. Ambas formas responden a sensibilidades o situaciones diferentes pero que no son opuestas ni excluyentes sino complementarias, y probablemente todos tengamos que actuar de uno u otro modo en distintos momentos.

Esta dualidad dio lugar hace ya unos años al planteamiento de dos formas de entender y realizar el estar y la actuación de los católicos en la vida pública: el llamado cristianismo «de presencia», que actúa públicamente en la sociedad desde organismos e instituciones confesionales propios, y el denominado cristianismo «de mediación» o participación de los católicos en las instituciones seculares desde las que pretenden colaborar a formar un mundo mejor. Dos pensamientos a veces en conflicto.

La cualidad sacramental (signo eficaz) de la propia Iglesia y el evangelio de hoy nos hacen pensar que no pueden ser dos modalidades enfrentadas y alternativas, sino complementarias y necesarias ambas. Como la luz y como la sal los seguidores de Jesús, individualmente o asociados, tenemos la misión de anunciar a Jesucristo como Buena Noticia para el mundo, y de contribuir con la vida y la acción a que este vaya siendo el reino de hermanos e hijos que Dios quiso y quiere que sea. Pero no sirven la sal desaborida ni la luz ocultada.

La Opinión-El Correo de Zamora, 6/02/11.

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