domingo, 6 de febrero de 2011

La muerte como problema


ÁNGEL CARRETERO MARTÍN

Más allá de la vida, es el título de la última película de temática sobrenatural que vuelve a las pantallas de cine y que dirige el gran Clint Eastwood. Para no fastidiar a los que todavía no la han visto solo diré que un obrero americano, una periodista francesa y un estudiante británico aparecen tocados por la muerte de diferentes formas. Tres personajes que representan a todos los hombres y mujeres a quienes, tarde o temprano, también nos toca el drama de la muerte. Hoy por hoy lo políticamente correcto es limitarse a catalogar el tema en el género de ciencia ficción con algún comentario técnico a mayores y evitar hablar más de ello. Pero para críticas de cine ya hay muchos expertos; sin embargo somos menos los que estamos dispuestos a pensar y hablar sobre la muerte aún a riesgo de ser etiquetados de aguafiestas o tenebristas en el mejor de los casos aunque, en el fondo, se trata de una cuestión que a todo el mundo preocupa.

Empecinarse en tapar o maquillar el enigma de la muerte es tomarse la vida con muy poquito sentido de la responsabilidad. Despojar a la muerte del sentido profundo que da a toda nuestra existencia y restarle su carácter de encuentro del hombre consigo mismo y con Dios es más propio de épocas pasadas ya superadas. Descubrir que la muerte nos revela el sentido último de la vida ha sido precisamente la gran aportación de filósofos existencialistas como M. Scheler, M. Heidegger, P. Sartre, K. Jaspers o G. Marcel con quienes se puede aprender y reflexionar con más rigor que con ciertos programas de TV o radio pretendidamente «científicos».

Dentro del pensamiento católico quien ha llevado a cabo mejor que nadie una profunda renovación del problema de la muerte en serio diálogo con las ciencias y la sociedad secular ha sido el asturiano J. L. Ruiz de la Peña. No se ha limitado a exponer ideas de otros pensadores de nuestro tiempo, sino que las ha sometido a una crítica personal abierta y profunda. En realidad ha sido la teología española la primera que ha tenido la suerte de contar con una monografía sobre el tema eterno y siempre actual de la muerte. Su tesis doctoral lleva por título «El hombre y su muerte».

Reconozcamos que preguntarse por la muerte es tanto como preguntarse por muchas de sus dimensiones: el sentido de la vida, el significado de la historia, la ética de la justicia, la libertad y la dignidad, la relación entre presente y futuro, el sentido de la esperanza... Que no nos engañen: minimizar la muerte es minimizar la persona; y trivializar la persona lleva a trivializar la muerte. Pero si somos capaces de captarla como problema es precisamente porque reconocemos que el hombre es un valor que trasciende la pura materialidad de lo que podemos ver o tocar.

La Opinión-El Correo de Zamora, 6/02/11.

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