sábado, 12 de febrero de 2011

Carta pastoral del obispo en la jornada de Manos Unidas


"LOS MÁS PEQUEÑOS SON Y NOS RECLAMAN UN BUEN FUTURO"

CARTA PASTORAL DEL OBISPO DE ZAMORA EN LA CAMPAÑA DE MANOS UNIDAS 2011

Muy queridos hermanos en el Señor Jesucristo:

Permanece aún en nuestro recuerdo la emotiva imagen de finales del pasado Octubre cuando las responsables nacionales de la Organización Católica para el Desarrollo “Manos Unidas” recibían gozosas un meritorio y prestigioso galardón –el Premio Príncipe de Asturias– como reconocimiento a su extensa labor humanitaria.

Alentada por este homenaje, con la próxima llegada de Febrero, se presenta de nuevo ante nosotros, como ya lleva haciendo más de cinco décadas, Manos Unidas, para invitarnos a conocer y a participar en su Campaña del presente año 2011, en la cual se ha propuesto trabajar con ilusión en este loable objetivo: Reducir la mortalidad infantil.

Nuestra sociedad occidental desarrollada ya casi está inmune a la mortalidad infantil, debido al gran progreso alcanzado en las condiciones de nacimiento, nutrición, cuidado y educación de los niños. La mayor parte de los cuales, gracias a Dios, superan con buenos niveles físicos y psíquicos la infancia, pasando a la juventud y a la madurez.

Pero, bien sabemos, que esto no sucede, por desgracia, en todo el mundo, ya que todavía persiste en muchos rincones del planeta esta lacra de la mortalidad infantil. Así son numerosos los niños y niñas nacidos que no logran superar los primeros días, o que, en el transcurso de una dolorosa y débil infancia, no alcanzan los cinco años de vida.

Con el fin de que conozcamos la vigencia actual de esta problemática que sigue afectando a muchos niños, os recuerdo solamente unos datos que nos resultan estremecedores. Así, dentro del continente asiático, en una provincia de la India, en Oriusa, se da una tasa de mortalidad infantil de 250 a 300 por cada 1.000 nacidos, mientras en España es de 4 por 1.000. O, en la sufrida y arrinconada África, en Malawi, la mortalidad infantil es de 200 por 1.000, mucha parte debida al SIDA, que, además deja tras de sí una amplia población infantil huérfana, y por lo tanto, casi desamparada.

Pensar en este drama de la mortalidad infantil nos puede resultar escandaloso, ya que consideramos que lo más contrario a la vitalidad que caracteriza el crecimiento adecuado de los niños es que les alcance la muerte. Así parece contradictorio que, por un lado nos llenan de esperanza las imágenes de los abundantes niños que existen en los pueblos del tercer mundo, lo cual sería un motor de futuro para estas poblaciones, mientras, por otro lado, descubrimos que muchos de ellos ven amenazado su crecimiento, ya que les sobrevienen diversas carencias vitales y enfermedades, a las cuales no pueden hacer frente, incluso llegándoles su muerte, por lo que pareciera que no tienen futuro. Mientras, por contraste, nos encontramos con que en las sociedades desarrolladas, como la nuestra, la presencia de los niños es escasa, debido a la reducida tasa de natalidad, lo cual dificulta el futuro y el relevo generacional de nuestros pueblos.

Como anteriormente indicaba Manos Unidas en la presente Campaña se propone: Reducir la mortalidad infantil. Por lo cual no se conforma ni se desentiende ante esta dramática situación, si no que, como nos anuncia el lema que ha escogido para motivarla: “Su mañana es hoy”. Es decir, está convencida y así nos quiere invitar a asumirlo y promoverlo que los niños, también los de los países del tercer mundo, son el futuro y merecen, como también nos lo reclaman, un futuro bueno, digno y feliz para su vida, lo cual implica que debamos construir su mañana ya desde hoy. O sea, desde nuestro compromiso en el presente para vencer progresivamente la mortalidad infantil.

Más que centrarnos en las causas que siguen provocando la enfermedad y muerte de muchos niños, sobre todo, debidas a la persistencia del hambre en amplios sectores de población, lo cual en la infancia conlleva la malnutrición con sus negativas secuelas, nos corresponde aunarnos y empeñarnos por ofrecerles soluciones viables.

Debemos reconocer que, con la cooperación solidaria de unos hombres con los otros, y de unos pueblos con los otros, podemos hacer frente a esta devastadora realidad, por lo que hoy ya nos corresponde compartir los medios a nuestro alcance con el fin de que se vaya erradicando la pobreza, el hambre y las enfermedades persistentes entre tantos niños. Para lo cual se ha de conseguir una adecuada nutrición infantil desde la lactancia materna; así como se ha de extender el acceso a las vacunaciones para prevenir enfermedades tan destructivas como el sarampión, tuberculosis, rubéola; también se deben mejorar las condiciones de salud de las mujeres, sobre todo, las madres; así como se requiere universalizar el acceso al agua potable para prevenir infecciones; al mismo tiempo se debe fomentar la preparación de las madres y los padres para el cuidado integral de sus hijos; y se necesita invertir para la capacitación del personal sanitario y cualificado con vistas a la conveniente asistencia de toda la población infantil.

Todo este múltiple programa de soluciones no es un conjunto de buenos deseos de acciones programables para el mañana, sino que constituye una realidad presente que hoy Manos Unidas ya lleva adelante a través de múltiples proyectos por los que se compromete y va haciendo viable el futuro de la población infantil en múltiples lugares.

Para llevar adelante estas solidarias actuaciones a favor de los niños, Manos Unidas se siente motivada por el Evangelio, así el Señor Jesús nos exhorta expresamente: “el que por mí reciba a un niño como éste, a mí me recibe... y no despreciéis a uno de esos pequeños, por que sus ángeles ven continuamente en el cielo el rostro de mi Padre” (Mt 18, 5.10). Lo cual nos alienta y compromete a todos los cristianos a implicarnos ya desde hoy con el mañana de los niños más desvalidos.

Así la fe cristiana nos ayuda a reconocer que el verdadero desarrollo implica el respeto a la vida humana en cualquier condición y edad; así como la relevancia del cuidado de la vida de los niños, como también la importancia de un adecuado núcleo familiar que ampare y custodie el conveniente desarrollo vital de los niños; al tiempo que nos lleva a comprender que la vocación de los padres y las madres consiste en proteger y cuidar la vida de sus hijos desde su concepción y durante su crecimiento; y nos impulsa a reclamar justamente a los poderes públicos su responsabilidad de proteger a los indefensos, en este caso a los niños, para posibilitarles un adecuado crecimiento.

Como escribía el Papa Benedicto XVI a la FAO: “Para eliminar el hambre y la malnutrición es necesario superar las barreras del egoísmo, a fin de dejar espacio a una fecunda gratuidad que debe manifestarse en la cooperación internacional como plena expresión de la fraternidad”. Y, seguidamente, constataba: “la Iglesia trabaja constantemente, a través de sus instituciones, para aliviar las condiciones de miseria en las que se encuentra gran parte de la población mundial”. Una prueba fehaciente de ello es la amplia actividad promovida por Manos Unidas que nos llama a todos a que, ya hoy, nos comprometamos con la infancia necesitada para que su mañana sea digno.

Que todos nos esforcemos por corresponder personalmente a este llamamiento, aportando y compartiendo con generosidad de lo nuestro.

+ Gregorio Martínez Sacristán

Obispo de Zamora

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