miércoles, 6 de octubre de 2010

El obispo presidirá la reapertura al culto de Santiago del Burgo


La iglesia de Santiago del Burgo, restaurada recientemente en el marco del proyecto Zamora Románica, será reabierta al culto el próximo sábado 9 de octubre a las 13 horas, con una eucaristía presidida por el obispo diocesano, en la que tendrá lugar también la dedicación del altar. A partir de entonces, el céntrico templo zamorano acogerá la celebración diaria de la eucaristía y un tiempo para la adoración eucarística y el sacramento de la penitencia.

Zamora, 7/10/10. El próximo sábado 9 de agosto a las 13 horas tendrá lugar la reapertura al culto de la iglesia de Santiago del Burgo, cuya restauración integral concluyó recientemente, en el marco del proyecto cultural Zamora Románica, promovido por la Junta de Castilla y León en un convenio con el Obispado de Zamora y el Ayuntamiento, y con la gestión de la Fundación Rei Afonso Henriques.

Será el obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, quien presida la eucaristía en la que tendrá lugar también el rito solemne de la dedicación del altar. La celebración contará con la participación de varios sacerdotes que concelebrarán con el obispo, entre los que se encuentra el sacerdote encargado de Santiago del Burgo, Narciso Jesús Lorenzo, nombrado recientemente. Cantará el Coro Diocesano.

A partir de entonces, el templo románico acogerá cada día, menos los domingos y solemnidades, la celebración de la eucaristía a las 13 horas, y próximamente se expondrá el Santísimo, a diario, una vez celebrada la misa para concluir a las 18 horas con la bendición solemne. Asimismo, se celebrará con regularidad el sacramento de la penitencia, y todos los viernes y sábados se ofrecerá de manera especial a los jóvenes y a los que se vayan a contraer matrimonio.

Según explica Narciso Jesús Lorenzo, “Santiago del Burgo será un templo para la adoración eucarística y la reconciliación. Acogerá celebraciones diocesanas y plegarias de grupos”, y no está prevista la celebración del sacramento del matrimonio ni del bautismo.

Dedicación del altar

El rito de la dedicación del altar constituye un momento simbólico muy especial, ya que en la liturgia católica el altar representa a Cristo, y como tal recibe veneración. De hecho, se celebra una misa específica para la ocasión de la dedicación, que resumimos a continuación.

Los ritos iniciales de la misa de la dedicación de un altar se hacen en la forma acostumbrada, pero, en lugar del acto penitencial, el obispo bendice el agua y rocía con ella al pueblo y las paredes del templo, y hace lo mismo con el nuevo altar (lustración). Después continúa la liturgia de la Palabra, y después de la homilía se omite la oración de los fieles (peticiones), ya que en su lugar se cantan las letanías de los santos. Al acabar, el obispo suplica a Dios “para que este altar que va a ser dedicado a tu nombre sea lugar de salvación y de gracia, donde el pueblo cristiano, reunido en la unidad, celebre el sacrificio de Cristo y se construya en el amor”.

La celebración de la eucaristía es el rito máximo y el único necesario para dedicar un altar; no obstante, de acuerdo con la común tradición de la Iglesia, tanto oriental como occidental, se dice también una peculiar oración de dedicación, en la que se expresa la voluntad de dedicar para siempre el altar al Señor y se pide su bendición. En ella, el obispo pide a Dios que “esta piedra sea para nosotros signo de Cristo. Sea la mesa del banquete gozoso a la que acudamos llenos de alegría”, y también que “sea fuente de unidad y de concordia para todos los que formamos tu Iglesia santa; fuente a la que tus hijos acudan hermanados para beber en ella el espíritu de mutua caridad”, entre otras cosas.

Después tienen lugar los ritos de unción, incensación, revestimiento e iluminación del altar, que expresan con signos visibles algo de aquella acción invisible que Dios realiza por medio de la Iglesia cuando ésta celebra los sagrados misterios, en especial la eucaristía. En primer lugar, el obispo unge con el crisma en el medio y en los cuatro ángulos del altar, convirtiéndolo así en símbolo de Cristo, el Ungido.

A continuación, se coloca sobre en el centro del altar un brasero, y el obispo quema incienso en él, para significar que el sacrificio de Cristo, celebrado allí, sube hasta Dios, así como las oraciones de los fieles. Luego tiene lugar la vestición del altar con el mantel, como mesa del banquete del Señor, a la cual los fieles se acercan alegres para alimentarse del Cuerpo y la Sangre de Cristo inmolado, y se ponen los candelabros y el crucifijo. Por último, el obispo entrega una vela encendida para que se enciendan esos candelabros, lo que se denomina la iluminación del altar.

El obispo besa entonces el altar, en el que celebra la eucaristía, que es la parte principal del rito, y que continúa con normalidad. En el prefacio se dice que el altar “es el lugar santo donde se ofrece incesantemente el sacrificio de Cristo, se tributa una alabanza perfecta y se lleva a cabo nuestra redención”. Al finalizar la celebración, los sacerdotes y todos los fieles se acercan a besar el altar como signo de veneración.

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