lunes, 15 de marzo de 2010

Los sacerdotes, testigos de la misericordia de Dios


Carta pastoral del obispo en el Día del Seminario 2010

Muy estimados hermanos en el Señor Jesucristo:

Coincidiréis, todos vosotros, conmigo en que el mejor modo de celebrar el presente Año Sacerdotal, que con toda la Iglesia estamos viviendo, sería compartir el gozo de una Ordenación de Sacerdotes para nuestra Iglesia de Zamora. Pero como supondréis no tendremos la dicha de recibir esta alegría durante todo este Año Sacerdotal, ya que como bien conocéis la actual situación vocacional para el ministerio sacerdotal en nuestra Diócesis es de extrema carencia de candidatos.

Esta constatación de la gran penuria vocacional de nuestra Iglesia me sirve de motivación para ayudaros a comprender la importancia del Día del Seminario que celebraremos el próximo domingo, 21 de marzo, en toda nuestra Diócesis.

Para la Jornada de este año se ha elegido un sugerente lema: “El Sacerdote, testigo de la misericordia de Dios”, que nos invita a reconocer la relevante misión de los sacerdotes para el crecimiento de la vida de la Iglesia y el bien de toda la sociedad.

Gracias a Jesucristo se nos ha desvelado la misericordia de Dios. Así, en sus palabras, sobre todo en muchas de sus parábolas, como en sus actitudes y comportamientos ha testimoniado que Dios es misericordioso con todos los hombres. Reconocemos que Jesús es la encarnación más plena del Padre misericordioso que se ha acercado al hombre en su real situación de debilidad, fragilidad y pecado para acogerlo amorosamente y ofrecerle el abrazo de su amistad, fortaleza y perdón. En este sentido resulta muy alentador durante la Cuaresma escuchar los emotivos relatos evangélicos, en especial del evangelista San Lucas, que nos recuerdan la permanente misericordia de Dios que en Jesús se ha hecho don accesible a todo hombre.

Jesucristo ha querido prolongar su anuncio de la divina misericordia y su actuación abundantemente misericordiosa a través de su Iglesia, a la que ha encomendado que prosiga testimoniando que Dios es Padre rico en misericordia que busca solícito y espera compasivo a todo hombre, reconocido como hijo suyo.

Comprendemos que esta actitud de la misericordia, tan característica y constante en la vida de Jesús, se haya de reflejar en la vida de quienes han recibido la encomienda de hacer presente su misión reconciliadora como servidores y pastores de su Iglesia, los Sacerdotes. Por eso con razón los llamamos: “testigos de la misericordia de Dios”.

Los sacerdotes, como todos los cristianos, primero han sido destinatarios y receptores de la misericordia de Dios. En su experiencia creyente han descubierto la inmensa e inmerecida misericordia que el Padre Dios ha tenido con ellos, que, a pesar de su debilidad, los ha llamado, consagrado y enviado, y les sigue confiando la misión. Por el ministerio de los sacerdotes, Dios hace llegar su misericordia a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, por eso debemos apreciarlos y considerarlos como “testigos” del amor misericordioso de Dios que en ellos se hace cercano y visible. De modo que la infinita misericordia de Dios se nos ofrece a través del ministerio sacerdotal en las diversas dimensiones que integran su labor pastoral. Así, en el anuncio de la Palabra nos presentan el rostro misericordioso del Padre Dios. Mientras en la celebración de los Sacramentos hacen presente el amor misericordioso de Cristo, repartiéndonos su Cuerpo eucarístico y administrándonos su Perdón en la Penitencia. Y en el servicio de guiar la comunidad cristiana, impregnados de actitudes de misericordia, están animando y estimulando a todos a ejercitar la misericordia en los comportamientos y relaciones de la vida cotidiana.

Sabemos que los sacerdotes van disminuyendo y que las vocaciones son escasas, por lo que podemos vernos privados de los testigos que nos presentan y muestran la misericordia de Dios, quedándonos sin poder experimentar una realidad tan necesaria.

Celebrar el Día del Seminario nos plantea nuestra real preocupación por el surgimiento de nuevas vocaciones sacerdotales, que en nuestra Diócesis constituye, así lo he señalado ya reiteradamente, el “problema” más importante del momento presente.

Que se susciten vocaciones sacerdotales, o sea, que existan alumnos en nuestros Seminarios, Mayor y Menor, debe convertirse en una prioridad para toda nuestra Iglesia Diocesana, un objetivo que nos interese y movilice a todos y cada uno de los cristianos. Por eso celebrar el Día del Seminario debe ser un impulso para que cada uno de los católicos zamoranos se plantee cuál es su implicación presente en la promoción de nuevas vocaciones y cómo debe y puede acrecentar su responsabilidad en este cometido que corresponde y afecta a toda la Iglesia.

Debemos reconocer que las diversas iniciativas que se promueven para ayudar a descubrir y acompañar las semillas de vocación en cristianos de nuestras comunidades, encuentran una respuesta escasa; por eso os exhorto a que todos nos sintamos interpelados a desarrollar una más intensa pastoral vocacional expresamente sacerdotal.

Los sacerdotes podemos sentir como un compromiso de este Año Sacerdotal la solicitud por suscitar nuevas vocaciones sacerdotales, poniendo todo el empeño posible por animar y proponer nuestro ministerio a quienes percibamos puedan estar llamados.

También en la catequesis se debe potenciar el conocimiento y la presencia del sacerdote con los niños y adolescentes que se inician en la fe, así como en la educación religiosa escolar se ha de presentar de modo atractivo y positivo el ministerio sacerdotal.

Las familias cristianas favorecerán que alguno de sus miembros reciba la llamada al sacerdocio y los padres han de disipar los reparos para que sus hijos puedan acoger la posible vocación, ayudándoles a descubrirla y a responder con libre decisión.

Por supuesto que la pastoral vocacional debe de poner énfasis en la plegaria por la suscitación de nuevas vocaciones, que este Año Sacerdotal tenemos la oportunidad de realizar más abundantemente en toda la Diócesis. Así, debe ser una constante en nuestras parroquias, comunidades religiosas y grupos cristianos presentar nuestra oración al Padre para que germine nuevas vocaciones sacerdotales en nuestra Iglesia, y también rogar asiduamente por nuestros queridos Seminarios y cada uno de nuestros seminaristas. De este modo conjuntamente dirigiremos nuestra petición a Dios para que tenga misericordia de nuestra Iglesia y nos bendiga con vocaciones al sacerdocio.

Confío a la intercesión de San José y San Juan-María Vianney las tan anheladas vocaciones sacerdotales y la vida de nuestros Seminarios.

+ Gregorio Martínez Sacristán

Obispo de Zamora

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