domingo, 21 de marzo de 2010

La fábrica de curas


FLORENTINO PÉREZ VAQUERO

El pasado martes asistí a la conferencia que pronunció el sacerdote y escritor José-Pedro Manglano en el Club «La Opinión-El Correo de Zamora». En un momento dado, presentando al autor, Carmen Ferreras, a quien admiro sinceramente, se refirió al Seminario como «la fábrica de curas». Tal vez esta expresión coloquial no tenía como objetivo permanecer en la mente de nadie del público. Sin embargo, hay frases que misteriosamente se enredan entre los recuerdos, permaneciendo entre ellos sin saber por qué. Puede ser que tales frases toquen alguna fibra de los sentimientos, de las preocupaciones, o de la vida misma de quien escucha. Sea como fuere, lo cierto es que «la fábrica de curas» ha estado ahí, permaneciendo en mis pensamientos.

Y pensando, pensando, he llegado a la conclusión de que en el Seminario no existe ninguna maquinaria para hacer curas. Por otra parte, no se está hablando de cosas ni de productos, sino de personas. Ahora bien, allá por el año 107 d.C., el obispo y mártir Ignacio de Antioquía se refería en su carta a los Efesios a una peculiar máquina por la que debe pasar cualquier cristiano: «vosotros -escribe- sois piedras del templo del Padre, preparados para la construcción de Dios Padre, elevados hasta lo alto por la palanca de Jesucristo, que es la cruz, sirviendo como soga el Espíritu Santo; vuestra fe os tira hacia lo alto, y la caridad es el camino que os eleva hacia Dios».

En el Seminario nadie vive solo. De la misma forma que una piedra aislada no puede construir un edificio, así también cada chaval necesita de los demás compañeros y formadores para «edificarse». Ellos son las «piedras vivas» del Seminario. Y Dios Padre tiene pensado para cada uno de ellos un gran plan de amor para continuar construyendo su Reino. Para algunos ese plan consistirá en ser curas. Pero para verificar esa llamada, es necesario que poco a poco en la oración la cruz de Jesucristo vaya elevando desde lo más profundo de su ser la conciencia de haber sido seducidos por el Maestro y de querer convertirse en los testigos de su misericordia. En esta tarea los formadores, profesores y educadores del Seminario tenemos una especial responsabilidad, pero en realidad es el Espíritu de Jesús el que va haciendo el trabajo más duro y el que, como soga fuerte, carga con todo el peso de esta obra. Esta, y no otra, es la «fábrica de curas». La finalidad es clara: Continuar construyendo el templo del Padre, que es la Iglesia en Zamora, aportándole, por puro amor de Dios, testigos de su misericordia.

La Opinión-El Correo de Zamora, 21/03/10.

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